La semana pasada se
debatía en el Círculo de Empresarios de Galicia el futuro de las pensiones, un asunto que parece que
nadie se atreve a abordar. Llevamos años viendo como la diferencia entre el
salario efectivo y la pensión se incrementa cada vez más. A día de hoy es un
hecho que generalmente las pensiones no cubren las necesidades asistenciales de
sus beneficiarios, pero sigue siendo un debate que se oculta a la sociedad.
Los técnicos
mantienen con acierto que el deterioro del sistema de pensiones no es únicamente
coyuntural, es cierto que está altamente correlacionado con el mercado laboral
pero existe un problema mayor que los niveles de empleo y es la evolución de la
pirámide demográfica. Las soluciones que se están planteando de retraso de la
de la edad de jubilación, o lo que es lo mismo ampliación de los años
cotizados, y reducción de las pensiones no es suficiente. Cada vez es más
necesario abordar este asunto para buscar soluciones adecuadas. Parece que lo
lógico es migrar hacia un sistema de capitalización que permita complementar el
que ahora tenemos.
De seguir con el
sistema de pensiones actual, la dependencia de los presupuestos generales de
estado será cada vez mayor, obligando a una recaudación, vía impositiva, que
complemente las contribuciones actuales. Esto irremediablemente llevaría a una
reducción aún mayor de las pensiones y a un claro incremento de las cargas
sociales soportadas por el estado y por tanto sujetas a vaivenes políticos y
económicos.
El sistema de
capitalización crea un cambio sustancial, cada trabajador aporta para su propia
pensión, con lo que se limita el efecto de las tendencias demográficas. Cierto
que la sustitución total del sistema es inviable, pero sí parece razonable que
se puedan implementar medidas que fomenten el complemento actual del sistema de
pensiones.
Muchas veces se
habla de la mentalización del trabajador para planificar su jubilación, pero
esto ya sucede en muchos casos, y en otros depende mucho de las necesidades
actuales y de la previsión de su vida futura y del tiempo que se tenga para
cubrirla. Parece que si queremos incentivar un cambio, éste debe ir más allá de
la mentalización, debe ser en cierta
medida obligatorio. Para ello se necesita también un cambio profundo en las
normas que regulan los sistemas de previsión privados, sobre todo en lo que se
refiere al apartado de costes.
Paralelamente se
pueden poner en marcha otras medidas como la que se valoró hace unos años para
consolidar los derechos de despido de los trabajadores, externalizándolos de las
empresas de forma que se pudiesen acumular y tenerlos disponibles a lo largo de
la vida laboral y complementar con ellos las pensiones en caso de no
utilizarlos. Esta medida, además facilitaría la flexibilidad laboral que tanto
nos hace falta, aunque incrementaría el coste unitario de la hora de trabajo, por
lo que debería ir acompañado de una profunda renovación de nuestro sistema
productivo. Opción similar sería la de capitalizar el seguro de desempleo.
No pretendo poner
sobre la mesa ninguna solución. Lo que me parece inaplazable es abrir un debate
profundo sobre el futuro de las pensiones. Además, parece que la situación
actual en la que se podría conformar un gobierno con un elevado espectro
político, si las ambiciones personales no nos llevan a unas nuevas elecciones,
éste debería ser uno de los asuntos importantes a incluir en una agenda
política de trabajo, debido a que tarde o temprano se deberá abordar sin que
deba ser utilizado como arma electoral, ya que necesita de una pronta solución y
un amplio consenso. Eludir o retrasar este debate hace que las posibles medidas
que haya que llevar a cabo resulten más traumáticas y difíciles de tomar, lo que
tendrá un mayor coste político.
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