Desde la toma de
posesión del nuevo gobierno, semana a semana nos han bombardeado con nuevas
medidas; medidas que en muchos casos no figuraban en el programa electoral de
las elecciones generales. Hasta el punto de que alguna Presidenta Autonómica
las ha rechazado y ha manifestado su desacuerdo, amenazando con no aplicarlas
en el territorio que gestiona.
Probablemente los españoles en
nuestros años de democracia nos hemos acostumbrado a que las campañas
electorales sean un mercado “persa”, en el que cada uno dice lo que se le
ocurre para ganar nuestro voto, cuyo objetivo, una vez conseguido, es
utilizarlo para hacer lo que les parece sin ningún tipo de responsabilidad, ni
sobre lo que prometieron primero, ni
sobre el resultado de su gestión después. Prueba de esto es que después de
haber dicho por activa y por pasiva que no nos subirían los impuestos, lo hacen y
además incidiendo sobre las rentas del trabajo y por si fuera poco también
fomentando la congelación de éstas. Pocas voces críticas se han levantado y las
que lo hacen, lo hacen de una forma
tímida y seguramente avergonzados por el terrible desastre de su gestión.
Pero lo más preocupante de todo
esto es que unas empresas privadas, tres empresas privadas, las denominadas
empresas de calificación, aquellas que han sido responsables directas de la
crisis de confianza que generó la actual crisis financiera, que ha dado origen
a la situación actual, son las que, no se sabe con qué interés, desestabilizan
una y otra vez países y mercados, con comentarios fuera de lugar y no dando,
como en el caso actual de España, ni siquiera la oportunidad de que las medidas
ya tomadas y que los planes, que todos deseamos tenga el actual gobierno, se
lleven a cabo para valorar sus resultados.
Además, sorprendentemente, estas
empresas funcionan de una forma aparentemente coordinada, arremetiendo una y
otra vez contra los mismos objetivos, siempre en los momentos menos oportunos.
En una situación de la que en buena parte son responsables, tanto por inacción
como por el retraso de sus valoraciones en el pasado e incluso por sus
continuos errores de análisis y criterio, los mercados se muestran temerosos y
reaccionan ante cualquiera de sus comentarios. La actual es una situación de
tremenda inestabilidad, un terreno abonado para las actuaciones de los
especuladores, en el que estas agencias sueltan una y otra vez sus perlas,
amenazando la recuperación y estabilidad
con total y absoluta impunidad, sin saber a qué intereses defienden, haciendo
con sus valoraciones, avisos de revisión, y calificaciones que todo se
desestabilice, y que las medidas tomadas, por muy adecuadas que resulten,
lleguen a fracasar antes de ser puestas en práctica.
En el mundo de reformas al que
nos estamos asomando, creo que debería acometerse una profunda revisión del
mundo de las valoraciones y de las empresas de calificación. La situación
actual no sirve a nadie. Los inversores a los que pretenden asesorar ya no dan
valor a sus calificaciones, simplemente reaccionan cuando una de estas notas es
negativa, bien por prudencia o para mejorar sus remuneraciones. Después de lo
sucedido en el pasado reciente ya nadie hace caso de sus notas, simplemente
como todo analista, se protegen o aprovechan de las señales de debilidad que
con acierto o no identifican.
Lo realmente curioso es que son los valorados quienes pagan las facturas de los valoradores. Quizá la pregunta que debamos hacernos es ¿a que intereses sirven nuestros gobernantes que consienten que las valoradoras desestabilicen el sistema con total impunidad y, además les pagan las facturas por ello?.
ResponderEliminar¿Nos hemos aburguesado tanto que ya no nos queda un mínimo de espíritu de lucha?, ¿realmente nuestros sindicatos representan a la mayoría obrera?; ¿dónde está el movimiento de indignados que tanta guerra dió en la precampaña electoral?. Los perjudicados somos los de siempre, los pobres y la maltratada clase media ¿sienten los políticos que tienen patente de corso para hacernos pagar sus choriceos durante décadas y su ineptitud para poner un mínimo de sentido común a la gestión de lo público en defensa del bienestar de todos?, ¿realmente votamos en las urnas pensando en ello?.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza se volverían a morir decepcionados de ver somo sus sucesores hacen dejación de sus derechos y tiran por la borda años de lucha y padecimiento para conseguir el estado del bienestar del que, hasta hace bien poco gozabamos. LAMENTABLE.
Cuando se impuso a Gracia y a Italia gobiernos de tecnocratas se realizaron comentarios para todos los gustos. Pero lo cierto es que son las agancias de calificación las que con sus valoraciones estan gobernando realmente. Países como Alemania se aprovechan una y otra vez de esas valoraciones que sorprendentemente se dirigen siempre contra los mismos.
ResponderEliminarTodo ello invita a pensar que nos están usurpando nuestros derechos, el derecho de un pueblo a gobernarse. Por eso debemos tratar de cambiar las cosas, de regenerar la sociedad civil y la vida democratica, pero no es solo cosa de indignados ni movimientos que permitan que intereses distintos se aprovechen de sus buenas intenciones, estos es algo que debemos hacer todos. El primer paso es concienciarse.