Estamos ante una situación que empieza a ser preocupante y que posiblemente requiera de una reforma profunda que evite los problemas que nos generan las dificultades que el sistema pone a la participación de la ciudadanía. La actual situación fue válida hasta el momento pero ahora parece que necesitamos una regeneración.
Los españoles nos acercamos a las urnas periódicamente para elegir a nuestros representantes y, aunque votamos listas numerosas, se da la paradoja que no elegimos personas, que elegimos siglas. Nuestra posibilidad de influir es prácticamente nula. Acudimos a votar normalmente con un profundo desconocimiento sobre la capacidad de aquellos que se presentan y con una información deficiente de sus programas de gobierno. Programas que normalmente terminan siendo simples promesas electorales incumplidas.
Esta situación hace que los españoles hayamos evolucionado poco desde los inicios de la democracia. Aquellos electores que lejos de posicionamientos previos, votan por aquellas opciones que consideran que son las que mejor pueden solucionar los problemas existentes, siguen siendo una minoría. Por otra parte, como ya he dicho, se trata además de una minoría mal informada y a la que los elegibles no les facilitan las cosas.
Cierto es que, cada vez más, las organizaciones políticas utilizan las nuevas tecnologías para informar, aunque la palabra correcta sería aleccionar, ya que todas sus actuaciones son dirigidas a sus correligionarios. Desde los mítines hasta los mensajes en las redes sociales.
Parece que la única manera de participar es integrarse en una de las organizaciones políticas, pero esto es otro grave error. Aquel que se afilie, iniciará un angosto camino para intentar participar; seguro que durante los procesos electorales contarán con él para que acuda como palmero a los mítines y recorra las calles colocando carteles, para finalmente acudir a las mesas electorales en calidad de interventor o de apoderado. Pasadas esas fechas, nada. Probablemente se encontrará que el amable y simpático candidato o candidata ahora ni siquiera se acordará de él. En caso de saludarle, el saludo se realizará de una forma mecánica y distante. Aquellos que por sus relaciones consigan entrar en alguna lista se encontrarán que no tienen más voz que la de su partido, ni más voto que el que su líder le indica. Todo su servicio social y su aportación a la circunscripción que lo ha elegido se reducirá a hacer lo que le manden.
Cierto es que los partidos tienen sistemas internos, en donde, según trasciende, se generan sus ideas y se eligen a sus candidatos y dirigentes, los llamados congresos. Pero aquí tampoco funciona la democracia. De conseguir ser compromisario para poder acudir a uno de esos congresos, él mismo se auto limita en sus aportaciones y comentarios, ya que debe ser políticamente correcto y complaciente con sus actuales “lideres”, si no quiere que su “carrera política” termine antes de empezar cayendo en el ostracismo.
Además todo está aderezado por los medios de comunicación, los cuales toman parte y, en lo que ha política se refiere, más que informar opinan, distorsionando en muchos casos las noticias e incluso generando polémicas en donde no las hay, pero sobre todo creando artificialmente corrientes de opinión.
Esto resulta terriblemente peligroso, sobre todo si pensamos que una vez que el político es elegido se aleja de la realidad, aislándose en actos y compañías que lo adulan y lo dirigen hacia sus propios intereses. Informándose de los problemas sociales en una prensa parcial y que opina, dejándose influir por tertulianos poco documentados que saben de todo y se alinean no se sabe bajo que intereses.
Todo esto hace que aquel que tiene interés en participar y mejorar la sociedad en que vive, aquel que tiene vocación de servicio, deba iniciar su relación con la política desde muy pronto para generar las relaciones que le permitan llegar a aquellos puestos en los que pueda influir, privándose de la oportunidad de formase y ganar en la experiencia que le ayudaría a ser un buen dirigente. Esa relación, con el ambiente antes descrito, y sus propias ganas de llegar, harán que sus principios se corrompan y colabore en la perpetuación del sistema.
En definitiva lo que tenemos es un sistema democrático que consiste en acercarnos a las urnas periódicamente, votando no sabemos muy bien a quién ni para qué, para finalmente tener dirigentes dudosamente capaces y normalmente poco preparados. Dirigentes que conforman sus equipos en lo poco que conocen y que solo buscan perpetuar su situación porque de lo contrario difícilmente podrán dedicarse a otra cosa distinta que a ser funcionarios, que son los que realmente pueden compaginar su profesión con una carrera política.
el resumen es exacto. A mayores habría que decir que esto es propio de una sociedad aburguesada y sin ideales en donde los jovenes lejos de aquellos que corrimos delante de los grises en defensa de las libertades de las que hoy disfrutamos se limitan a ponerse en el botellon y a observar un comportamiento totalmente simplista y sin ideales. Francamente lamentable aunque mi generación no es inocente porque a esos jóvenes los hemos educado nosotros.
ResponderEliminarPor desgracia juventud ya no es sinónimo de utopía y propensión al cambio social.
Un saludo
Es cierto, pero cuando las cosas se ponen duras hasta los consentidos de nuestros niños se movilizan. Otra cosa es la lectura que se le quiere dar a movimientos como el 15M y aquellos que pretenden aprovecharse de algo que debería ser un simple acto de protesta ciudadana.
ResponderEliminarUn saludo.
Asi sea. Solo desde la juventud y de los ideales se puede cambiar una sociedad viciada y caduca en la que prima sobre todas las cosas el enriquecimiento personal a cualquier precio. Hace falta una nueva revolución.
ResponderEliminarEs lo que hay