![]() |
Titulo programa electoral PP elecciones generales 2011 |
Después de los desencuentros y la falta de consenso entre patronal y sindicatos el gobierno finalmente se decide a presentar un decreto de reforma laboral. Una vez más el gobierno de turno no se molestó en alcanzar un acuerdo previamente con los interlocutores sociales y presenta otra reforma laboral sin consenso y por lo tanto con una terrible oposición.
Desde el mismo día en que se hace pública la reforma, se alzan numerosas voces protestando por el contenido de la misma. Ciertamente muchas de las críticas y oposiciones a la Reforma Laboral son justificadas ya que realmente, por su contenido, no se entiende que es lo que se pretende conseguir con las medidas que implementa el nuevo decreto.
La situación que estamos viviendo y el continuado deterioro que sufre, hace que las medidas que se deben tomar sean duras y agresivas. Algo a lo que están dispuestos los ciudadanos. Pero esto es una cosa y otra muy distinta es basar las medidas de incentivación a la contratación, en una pérdida total y absoluta de derechos por parte de los trabajadores y en otorgar un poder cuasi absoluto a los empleadores sobre la relaciones laborales.
En mi opinión, una ley de este tipo no incentivará la contratación. Cierto es que esto es obvio. Ninguna ley incentiva la contratación ni reduce el desempleo. Para conseguirlo se debe cambiar el ciclo económico y entrar en una senda de crecimiento. La legislación laboral sí puede ser determinante para reducir el ratio de crecimiento en el que el sistema es capaz de volver a crear empleo.
Dicho de otra forma, cuanto menor coste tenga y más flexible sea la resolución de los contratos de trabajo menor será el crecimiento necesario para la creación de empleo, aunque la duración de éste se volverá más sensible a las modificaciones del entorno introduciendo un mayor grado de volatilidad en la estabilidad laboral. Pero la nueva norma no llega a esos valores, manteniendo un coste que no incentivará la contratación en crecimientos reducidos pero sí la inestabilidad laboral en escenarios como el que vivimos en donde la demanda de trabajo supera ampliamente la oferta, a la vez que se le otorga al empleador una amplia capacidad para modificar arbitrariamente las condiciones sustanciales de la relación laboral. Todo ello sin olvidar que la falta de tutelaje administrativo, judicial o sindical generará un incremento de reclamaciones que judicializarán el sistema. Espero que no sea por esto por lo que se pretende que la justicia, hasta ahora gratuita, sea de pago.
Antes las innumerables voces críticas a la nueva reforma laboral, el gobierno argumenta simplemente que son tiempos duros en donde se deben tomar medias drásticas, sin mayor explicación de lo que pretenden conseguir con las modificaciones realizadas, que como ya he dicho antes parecen muy alejadas del objetivo general de modernizar y flexibilizar el mercado laboral.
Pero el principal argumento que ha utilizado recurrentemente, el presidente del gobierno y todos sus altavoces, es que una gran mayoría de Españoles les respaldan y les han votado en las urnas para que hagan estas reformas. Esto es falaz. A la vista de esto lo que deberíamos pedir todos los Españoles es un marco regulatorio en donde los políticos tengan responsabilidad sobre sus promesas y sobre el resultado de sus gestiones.
El Partido Popular prometió en su programa electoral una Reforma Laboral. Una reforma laboral basada en la flexibilización de la negociación colectiva, la simplificación de la contratación, la incentivación de la creación de nuevo empleo, la adecuación de la cotización, la desaparición del fraude y de las barreras para la aceptación del empleo, la conciliación de la vida familiar y laboral. Pero sobre todo en varias respuestas, a preguntas directas y por escrito, Mariano Rajoy dijo que pretendían una reforma laboral que "facilitase la contratación y no el despido". A la vista de lo promulgado y de las explicaciones que han dado, parece que nos encontramos ante otro flagrante engaño al electorado. Otro engaño que no tiene justificación a escasas semanas de su llegada al poder.