domingo, 26 de febrero de 2017

¡A VELAS VIR!


Es increíble, pasan los años y la historia se repite una y otra vez.

En momentos en los que parece que estamos cambiando, que nos encontramos en una situación privilegiada para mejorar considerablemente nuestra posición, en los que si aprovechamos nuestras oportunidades podemos salir claramente reforzados de la dura situación que hemos vivido, pudiendo así capitalizar el esfuerzo de todos,  aparece una noticia en la que vemos muestras de despiste, desidia y desinterés que denotan la existencia de políticos sin programa, sin una idea ni un plan  de Galicia, ni de sus ciudades, con total ausencia de la ambición colectiva que el esfuerzo, la historia y el sacrificio de los gallegos merecen. Todo ello es consecuencia de la falta de coordinación entre instituciones; aparentemente sigue siendo más importante el yo que el nosotros. Pero no solo los políticos; los representantes sociales también parecen haber abdicado de su responsabilidad con el desarrollo y bienestar de Galicia.

Como viene siendo costumbre,  el noroeste de España llega tarde a la presentación de propuestas para la solicitud de fondos a la UE dentro de su proyecto “Conectar Europa”, quedando por lo tanto el “Corredor Atlántico de mercancías” al margen de las ayudas que se solicitarán a la administración europea, lo que nos llevará, una vez más, a aparcar otro proyecto en el fondo del cajón y, con ello, a reducir nuestra capacidad de converger con Europa, dejando el liderazgo de su desarrollo a otras regiones. Las instituciones, asociaciones y empresarios decidieron organizarse y correr a reclamar, a solicitar que se incluyese esa antigua aspiración, como siempre tarde y con tibieza, sin la contundencia que emplean sus homónimos de otros lugares. ¿Dónde estaban cuando otros trabajaban con la anticipación necesaria para que se incluyesen sus proyectos? ¿Qué estamos haciendo mientras otros gritan a los cuatro vientos las bondades de invertir en su territorio? ¿Cuándo pensamos unirnos para construir el futuro que se merecen nuestras gentes? ¿Cuándo tendremos una adecuada planificación de nuestras necesidades, de qué queremos ser, y nos pondremos a trabajar con rigor para conseguirlo?

Nuestra falta de peso y de capacidad de influencia en España y Europa nos lleva una y otra vez a vivir situaciones como ésta, en la que nos quedamos al margen de la construcción de España y Europa, de las ventajas que genera la recuperación económica. Una y otra vez relegados a meras comparsas en el desarrollo económico de nuestro entorno. Parece que a algunos de nosotros les es suficiente con presumir del esfuerzo que todos hicimos para sanear las cuentas públicas, olvidando que la tarea no termina ahí, que existe un potencial elevadísimo que debemos explotar y preservar todos los días.

Es incuestionable que el mundo ha cambiado, que Galicia ha dejado de estar en el “corner” de España, en el “fin del mundo”, para tener la clara oportunidad de convertirse en el centro geográfico de la actividad económica mundial. La ampliación del canal de Panamá, la fortaleza de nuestras cuentas públicas, la capacidad de nuestros puertos, la abnegación y capacidad de adaptación de nuestras gentes, nos hacen albergar esperanzas. Pero no podemos seguir sentados esperando que las cosas ocurran, debemos provocarlas.

En una económica globalizada, las comunicaciones e infraestructuras son determinantes. Estas deben existir antes de que se consolide la demanda, ya que en ese momento será tarde. Es necesario terminar con premura la línea de AVE para facilitar el flujo de personas. Situarnos a poco más de 2 horas de Madrid permitirá que se nos conozca, y que nuestras posibilidades de recibir inversiones y acoger proyectos crezcan. Pero además necesitamos tener la capacidad de sacar las mercancías hacia Europa y hacia el mundo. Es necesario complementar nuestras comunicaciones con la línea de ferrocarril para mercancías y unir los puertos, pero tampoco debemos olvidar la terminal de mercancías en el aeropuerto. Cuando hablemos de transporte intermodal no solo debemos referirnos a las personas sino que debemos ver nuestras comunicaciones de forma global. También tenemos que prepararnos para recibir esas inversiones. No puede ser que nuestros vecinos sean capaces de capitalizar en su favor nuestras ventajas estratégicas y las capacidades de nuestro tejido empresarial, mientras nosotros nos limitamos a ver como allí crecen la solicitudes de asentamiento para nuevos proyectos conformándonos simplemente con mantener, ya veremos durante cuánto tiempo, nuestros actuales pilares económicos.


GALICIA, ¿OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA?

De nosotros depende

En 2013 Galicia, después de los duros ajustes y sacrificios de empresas y familias, era una de las comunidades mejor situadas para el inicio de la recuperación económica, al ser una de las primeras autonomías en sanear sus cuentas públicas. Además, los principales sectores económicos gallegos generaban noticias que invitaban al optimismo. Todo apuntaba a que esta vez seríamos de los primeros en salir de la crisis y, por una vez, liderar España y ser influyentes en Europa. Pero los pronósticos no se cumplieron y perdimos la oportunidad.

Hoy, a finales de 2016, estamos viviendo una situación similar, aunque durante este duro y largo camino hemos avanzado poco o nada. Las tantas veces solicitadas reducción y mejora de la administración, la restructuración de las instituciones periféricas y el adelgazamiento de la estructura del Estado siguen pendientes. Parece que la clase política y la administración pública no están dispuestas a realizar los sacrificios que se pidieron al sector privado.  Creo que a nadie sorprende que con gobiernos y parlamentos plagados de funcionarios, éstos no tomen decisiones que afectan a su colectivo, generando con ello un aliciente más que fomenta y justifica el desencanto de la ciudadanía con la clase política. Nuestro sistema económico sigue basado en sectores que en muchos casos son maduros y necesitan de un fuerte apoyo institucional para su funcionamiento, sectores que claramente precisan del esfuerzo de todos para que sigan actuando como motor de nuestra economía, aunque ahora, con alguna excepción, no lo están haciendo. Son la reactivación de la inversión pública y el sector terciario los que tímidamente nos están permitiendo reducir el diferencial en términos de PIB con España.

Una y otra vez nos trasladan datos positivos. La presentación de esos datos de forma agregada no debe impedirnos ver la débil situación por la que atravesamos. Una vez desagregados nos indican que esos síntomas de aparente fortaleza son fruto de la actividad de un pequeño grupo de empresas, algunas de las cuales simplemente continúan una actividad que poco o nada menguó durante la crisis, pero a ellos no se les unen ni nuevos sectores ni nuevas empresas.

Resulta desmotivador ver cómo muchos de los esfuerzos que se realizan terminan beneficiando a nuestros vecinos que aparentemente saben explotar mejor sus ventajas estratégicas, mientras nosotros parecemos sumidos en la autocomplacencia y la búsqueda de excusas sin aportación de soluciones. Sorprendentemente no se encuentra una ventaja competitiva en el exceso y calidad de nuestras infraestructuras, siendo su gestión un freno y no un incentivo.

Mientras buscamos fórmulas para incrementar el crecimiento vegetativo y la atracción de talento foráneo, trimestre a trimestre nuestra población activa disminuye sobre todo en aquellos colectivos teóricamente más productivos y mejor preparados.

Durante todos estos años las voces discrepantes, aquellos capaces de detectar y alertar de los problemas, han sido acallados en vez de utilizar sus recursos para colaborar en la búsqueda de soluciones. La denominada sociedad civil se encuentra amordazada, enfrentada o simplemente desinteresada. Estamos en manos de una clase política que carece del conocimiento necesario de nuestra realidad y de los asesores que en cualquier sociedad comprometida son las organizaciones e instituciones empresariales y ciudadanas.

A todo ello hemos de añadir el enfrentamiento entre instituciones de distinto color político en donde priman los intereses individuales y partidistas en vez del interés general que debería presidir los actos de cualquier político.

Pero esta visión puede mejorar. El fraccionamiento político que vivimos puede ser una oportunidad. Una vez constituidos los gobiernos, los políticos tiene que gobernar buscando amplios acuerdos. Esto debería conducirnos a una creciente colaboración institucional, que a su vez genere mayor transigencia con las opiniones, emanen estas de donde emanen. De esta forma, llegarían a la administración propuestas de mejora e innovaciones que nos permitan ampliar y desarrollar nuestro tejido productivo, fijar nuestra población activa, entrar en una senda de crecimiento continuado, diverso y sostenible que permita una mayor diversificación de los sectores productivos y nos sitúe en un mejor lugar para competir.

En los últimos meses han surgido algunas iniciativas que avanzan con altas miras, fruto de la colaboración intersectorial. Sería deseable que no se conviertan en la excepción que confirma la regla y se consoliden como el germen que inicie el tan necesario cambio de paradigma.

Al inicio de esta crisis teníamos una clara vocación de liderar la Eurorregión, y así poder  influir en España y Europa, un proyecto al que se apresuraron otras regiones a sumarse admitiendo sin recelos nuestro liderazgo. Extrañamente durante ese periodo de crisis, en el que Galicia fue el ejemplo a seguir, ese interés fue desapareciendo hasta hoy, que ha pasado a ser uno de esos proyectos olvidados. Aunque no para todos. Algunos miembros de esa interesante y necesaria iniciativa, ante nuestra pasividad, están aprovechando sus oportunidades desde una situación de partida más difícil, en un entorno más complicado y con menos medios. Parece que el norte de Portugal es capaz no solo de sacar adelante sus propios proyectos, sino que además es capaz de aprovechar en su favor nuestros esfuerzos y, sobre todo, de capitalizar nuestro despiste y errores.

En 2013, y a pesar de todos los sufrimientos y sacrificios, creímos que esta larga crisis podía ser una oportunidad. Hoy en peor situación relativa sigue siéndolo; nuestros principales sectores vuelven a tener posibilidad de buenas noticias y las perspectivas son francamente buenas,  pero para ello debemos ocupar el lugar que nos corresponde, debemos aspirar a liderar la Euroregión y tener la influencia que nos permita negociar con solvencia en Europa. Debemos estar orgullosos de lo que hacemos y de donde vivimos y ser capaces de identificar las ventajas de nuestro entorno y las fortalezas de nuestras gentes.

Galicia siempre ha atesorado talento, capacidad, abnegación y buen hacer. Lo que necesitamos es que alguien sepa capitalizar nuestras capacidades sin complejos y con ambición.