sábado, 28 de enero de 2012

REFORMA LABORAL




Sumidos como estamos en una de las mayores crisis que se ha vivido, cada nuevo acontecimiento, cada intervención de los actores sociales, políticos y económicos, evidencian que estamos ante un modelo agotado. Claramente necesitamos reinventar el sistema buscando la eficacia. Necesitamos una revolución tranquila que permita que los líderes vuelvan a ser eficaces.

A muchos un planteamiento como éste les asusta. El cambio no es algo que a todo el mundo le resulte fácil aceptar, sobre todo a aquellos que se han instalado en el mundo de prebendas que genera todo sistema. Los clásicos ya enunciaban como mejores formas de gobierno la constante y pausada transición de unas a otras. En la actualidad lo que debemos buscar es simplemente una redefinición de los poderes públicos, la forma de acceso a ellos y su funcionamiento.

Nos encontramos en un momento crucial en el que necesariamente, y a toda prisa, se han de implementar medidas y reformas que nos ayuden con inmediatez a ver la salida del oscuro túnel en el que nos encontramos. Una de éstas es la reforma laboral. Estamos ante la décimo octava reforma laboral de nuestra democracia y una vez más los llamados actores sociales no han sido capaces de llegar a un acuerdo. Fue en los Pactos de la Moncloa la primera y única vez en donde partidos políticos, asociaciones de empresarios y sindicatos alcanzaron un acuerdo para realizar una reforma laboral.

Claramente el momento actual necesita del concurso y el consenso de todos pero parece que algunos no se dan por enterados e insisten en la consecución de sus propios intereses. Cierto es que, probablemente presionados por el gobierno, alcanzan un acuerdo de mínimos restringido prácticamente a la revisión salarial.

En uno de los peores momentos, la asociación de empresarios aprovecha una vez más para tratar de obtener ventaja en una situación difícil para la sociedad, limitando un acuerdo en aras de conseguir sus viejas reivindicaciones: la reducción de las indemnizaciones por despido, la reducción de las vacaciones y la de las horas extras. No parece que ninguna de estas pretensiones puedan ayudarnos a salir de la situación actual, más bien todo lo contrario. En una situación como la que vivimos reducir las barreras del despido lo único que generaría es más desempleo­ y además es una medida que con la legislación actual no parece necesaria. Las continuas declaraciones sobre el cierre de empresas obligadas a atender indemnizaciones de 45 días son falaces ya que las leyes en vigor dejan abiertas alternativas, eso sí siempre y cuando sean debidamente justificados los motivos y necesidades de la reducción de empleos. Por otra parte, no parece que sea de gran ayuda reducir el coste laboral mediante la reducción de vacaciones o el coste de las extensiones de la jornada, no parece que esto ayude a la creación de empleo, principal objetivo, ni al incremento de la productividad.

En la otra parte de la mesa se sientan unos sindicatos cada vez menos representativos. Unos sindicatos que su primera prioridad es justificar y perpetuar su existencia. Por ello no admiten la descentralización de la negociación colectiva ni la simplificación de la contratación, insistiendo en una intermediación que se ha revelado como ineficaz en la generación de empleo y en la necesaria flexibilización que asegure la pervivencia de las empresas.

No obstante lo preocupante de la situación es el injustificado retraso del gobierno, desde sus pretensiones iniciales, en la promulgación de la necesaria Ley de reforma. Cierto es que el consenso de los interlocutores sociales es deseable para el buen fin de una reforma laboral, pero ante la falta de acuerdo, al menos de un acuerdo más amplio, se debería llamar, convocar  a asociaciones de empresarios y sindicatos y apelar a su responsabilidad social y sentido de estado para que avalen las propuestas del gobierno. Propuestas que por otra parte han sido expresadas por el partido del gobierno en su programa electoral. Propuestas aparentemente ausentes de egoístas intereses sectarios que parecen claramente adecuadas para revitalizar el empleo y flexibilizar las relaciones laborales. En ese momento proponían una reforma laboral basada en la flexibilización de la negociación colectiva, la simplificación de la contratación, la incentivación de la generación de nuevo empleo, la adecuación de la cotización, la desaparición del fraude y de las barreras a la aceptación del empleo, la conciliación de la vida familiar y laboral. Una reforma basada en estos principios y aderezada con medidas que faciliten la creación de nuevas empresas y el apoyo a la generación del autoempleo debería ser una de las llaves que abriesen la puerta de la esperanza a multitud de familias que viven en una difícil situación.

Tampoco debemos olvidar que la reforma del mercado de trabajo por si sola no es la solución. Además de facilitar e incentivar la contratación, se debe dinamizar la economía y facilitar e incentivar la creación de nuevas empresas, como ya he dicho antes.  Para ello parece que el primer paso debería ser la reforma del sistema financiero, pero también la contención y adecuado destino del gasto público lo que permitiría una menor contribución, y por tanto una liberación de renta que dinamizaría el consumo, incentivado por un incremento de la confianza, y como no una profunda reforma de la ley de educación que nos de como resultado una capacitación y competitividad mayor de nuestros ciudadanos.



4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo en las claves que nos llevarían a reactivar la economía, crear empleo y salir del pozo en el que estamos metidos. lo que no entiendo es que si, el partido que sustenta el gobierno actualmente, lo tiene tan claro para que tanta pantomima de acuerdos previos. Parecería más efectivo ponerles delante las claves de la reforma y que se sumaran a ella o aportaran sobre esa base todo aquello que pudiera mejorarla y actuar en consecuencia legislando ¿no?. Parece que para los recortes no necesitan de consenso alguno. La contención del gasto y el destino de los dineros públicos no tiene nada que ver con el recorte indiscriminado de los derechos sociales más básicos. Podríamos echar cuenta de los millones de euros que se han dilapidado en aeropuertos que no reciben aviones o en construcciones faraónicas como "El Gallás" y, a quien ha dilapidado de manera indolente los dineros públicos, no se les ha metido en la cárcel, muy al contrario siguen en puestos de relevancia política y son los que ahora nos reclaman austeridad. Toda una paradoja. Ya no hablo de los chorizos que, aunque los hubo en todos los tiempos, ultimamente han proliferado como las malas hierbas.
    "Redefinición de los poderes públicos y cambio en la forma de acceso a los mismos". A mi modo de ver esto no es posible hacerlo con una revolución tranquila porque quienes tienen la posibilidad de hacerlo no les interesa otro estado diferente con el que no puedan enriquecerse impunemente. Con ello no digo que la revolución sea traumática pero hay que ECHAR de una vez a la clase política que nos dirige desde hace demasiadas décadas y propiciar un nuevo órden desde abajo que emane del propio pueblo en el que debería residir la soberanía nacional (PRINCIPIO DEMOCRATICO ¿NO?) y que, desgraciadamente, no es así. La perversión del actual sistema hace que, diga lo que diga el Sr. Pueblo, la vara de mando siempre recae en los mismos, aunque tampoco el sr. pueblo está exento de culpa. El aburguesamiento de la sociedad actual ha eliminado toda la capacidad de lucha y protesta y llevado a que, en cada uno de nosotros, anide un conformista irrecuperable y, lo más grave, esto es lo que hemos transmitido a nuestros hijos. Lamentable.
    ¿Responsabilidad social y sentido de estado en empresarios y sindicatos?. Francamente me parece una extraordinaria falacia.
    Los empresarios buscan un sistema de corte feudal con trabajadores sin derechos y retribuídos a su capricho y los sindicatos ya no representan a nadie y se pierden en un limbo en el que les sitúa su necesidad de perpetuarse en el sillón porque se han transformado en profesionales de la política, muy lejos de ser representantes de los intereses de los trabajadores que les eligen. ¿A dónde han ido a parar los sindicatos de clase?.
    Amigo bloguero este es un gran momento para cambiar las cosas y como muy bien has dicho en respuesta a otro comentario mío "es un problema de concienciación de todos". A ver si llega.

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  2. Es cierto que las reformas son necesarias, como también lo es que el tiempo corre en nuestra contra. Pero tradicionalmente la falta de acuerdo en las reformas ha hecho que no fuesen efectivas. Siendo el PP el que la tiene que promulgar, si no consigue consenso, lo que se encontrará, sin duda, es con una huelga general. Lo último que necesitamos.
    Nuestra democracia tiene métodos para cambiar el sistema, para regenerarse, eso sí para ello hace falta conciencia ciudadana. Otras democracias han realizado cambios significativos sin que eso signifique una ruptura traumatica. Nosotros también podemos solo se necesita organizarse.
    Una vía es realizar reformas que mejoren la convivencia, que hagan asumir responsabilidades a políticos y dirigentes, que reorganice el estados y las administraciones periféricas. El momento es el adecuado y cada vez la población entenderá menos los recortes sociales, el incremento de la presión fiscal, manteniendo las prebendas a los políticos y los gastos injustificados de estructura.

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  3. Ya ves que es igual el esfuerzo que se haga por consensuar cualquier política y esto no es de ahora. Determinados actores sociales abogan cada vez con más ahínco por mantener a ultranza sus posiciones de privilegio sin importarles lo más mínimo las desigualdades sociales. Es más, los más ricos, se empeñan una y otra vez en ampliarlas con la connivencia obligada y más absoluta de nuestros políticos sean del signo que sean (por desgracia también ellos necesitan financiarse, vaya por dios). No se si una huelga general es lo último que necesitamos, lo que si se es que o,como ciudadanos responsables, tomamos la iniciativa o lo lamentaremos profundamente antes de lo que pensamos.
    Cómo no vamos a ser capaces de cambiar las cosas sin rupturas traumáticas cuando, no hace mucho fuimos capaces de transformar una dictadura de 40 años a un sistema democrático sin despeinarnos. Claro que podemos pero no debemos dejarlo en manos de los actuales políticos, empresarios y sindicatos porque ya hemos visto a dónde nos han llevado y sobre todo cual es su idea de la reforma. Sinceramente a mí me dan mucho miedo.
    Reorganizar el estado y las administraciones periféricas ¿quien deja el sillón?, ¿has visto que algún político haga leyes para bajarse el o sus familiares y amigos del tranvía?, yo no y creo que no lo veré.
    La población ya no lo entiende ahora y habremos de decir basta. ¿quien empieza? con eso juegan ellos para salir impunes de todo.

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  4. Parece dificil, pero se puede hacer. En uno y otro lado se ven señales de que las cosas pueden cambiar dentro del sistema. Ayer hemos visto, por primera vez en mucho tiempo, a un ministro decir lo que pensaba publicamente ante una propuesta de AMAIUR.
    En los momentos que vivimos, tarde o temprano, se propondrá que sindicatos, e incluso partidos politicos, se financien con las aportaciones de sus afiliados. Después de eso seran ellos internamente los que tengan que cambiar y atraer a quien les apoye y financie.
    Hoy, en Galicia, Feijoo anunció la supresión del plus a los altos cargos. Un paso más.
    Tambien es cierto que la educación que hemos trasmitido ha generado individuos carentes de las más elementales normas de convivencia y de repeto por la autoridad y el bien común. Estas personas serán un autentico problema para todo aquel que intente un cambio fuera del sistema.
    Las cosas pueden y deben cambiar. Es cuestión de tiempo y concienciación. Pero siempre utilizando las palancas de las que hemos dotado a nuestro sistema. Son los acotencimientos los que hacen que una idea termine convirtiendose en una solución.

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